Existe una diferencia enorme entre la experiencia de las personas que se agrupan bajo una identidad queer o un método de análisis queer/crítico con las normas.
Por un lado están aquelles que por el hecho de ser/hacer queers reciben dinero. Son eses que tienen acceso a un trabajo remunerado en relación con sus intereses. Eses que tienen una apariencia física que les aporta estatus de queer del modo adecuado. Eses que tienen una educación y un lenguaje que les permite lucrarse de sus conocimientos sobre heteronormatividad, cishomonormatividad, pedagogía crítica y demás. Eses que cuentan con una red de contactos que les abre puertas en los sitios adecuados en lugar de cerrárselas. Eses que consiguen (porque probablemente lo tienen desde el inicio) un estatus social y económico que hace que sean escuchades. Eses que no formulan los aspectos más problemáticos, que no reaccionan de forma inaceptable, que aceptan una solución intermedia, que llegan a un compromiso porque "por algún lugar hay que empezar" o porque "es mejor este pequeño paso que satisface a unes cuantes que no hacer nada". Eses que tienen una comunidad queer a su alrededor... Son eses a les que a mí por momentos me dan ganas de identificar como "hipster queers".
Por otro lado están aquelles que por el hecho de ser/hacer queers reciben palos, a menudo físicos y como mínimo verbales, psíquicos, sociales. Son eses que, debido a su aspecto físico no son capaces de conseguir un trabajo remunerado, y mucho menos un trabajo que tenga que ver con su condición de queers o sus intereses y conocimiento en areas relacionadas con sexualidad y género. Eses que construyen su identidad aparentemente del modo inadecuado y son castigades por ello tanto dentro como fuera del ambiente LGBTQI+. Eses que en lugar de crearse una lista de contactos dispuestes a ser utilizades para abrirles puertas, lo que van adquiriendo con el paso del tiempo es una siempre creciente lista de enemigues y lugares a los que no pueden acceder. Eses a les que se les lee una raza, una etnia, una cultura, un género, una religión, una clase social, un tipo de cuerpo, una edad, una capacidad física y/o mental, un nivel de educación, un lenguaje, una experiencia laboral, una situación familiar, un domicilio en un gueto o la falta del mismo, una higiene, un consumo de alguna sustancia no considerada aceptable... y esa lectura siempre conlleva una pérdida de estatus económico y social (que ya inicialmente probablemente era bajo) y por ello que no sean escuchades. Eses que con sus vidas, sus acciones, su presencia, su forma de comunicarse, su visión crítica intransigente, su mera existencia suponen un desafio a la existencia de les otres queers, una mancha en la comunidad LGBTQI+. Eses que al mismo tiempo son usades como ejemplo, tokenizados, abusades en nombre de la diversidad, de una perspectiva queer, de la dichosa apertura y representatividad, tanto por les miembres más mainstream de la comunidad LGBT+ como por les "queers" del primer grupo. Eses que están aislades, que no tienen comunidades que les apoyen o les incluyen, que se tienen que mover en ambientes en los que encuentran resistencia... Son eses que para mí encarnan en sus propios cuerpos las consecuencias de una identidad, subjetividad y/o método queers.
Por supuesto que esta división no es estricta ni constante. Una persona puede moverse de una posición a otra una o varias veces a lo largo de su vida. Un grupo puede acceder a un estatus que inicialmente le era negado, o perderlo. Del mismo modo una persona puede ser leída como pertenenciente al grupo inicial en algunos contextos y al segundo grupo en otros, igual que puede combinar en diferentes relaciones elementos de ambos grupos. No obstante, veo una clara tendencia a que las personas que pertenecen al segundo grupo por lo general no sean capaces de acceder a elementos del primero, y sus posiciones se vean cada vez más fijas en ser aquelles que reciben palos.
Por supuesto que también existen diferencias internas en ambos grupos. Entre les del primer grupo, para mí no hay duda de que algunes son queers como estilo de vida, igual que podrían haber sido hippies en los sesenta o yuppies en los ochenta, son eses queers sin política, sin análisis crítico, sin visión alguna de sus propios privilegios o de las consecuencias de sus acciones. Y luego están eses otres que hacen queer desde una posición que inicialmente es tan privilegiada que les permite elegir según su conveniencia los elementos y los momentos en los que deciden realizar sus luchas o mostrar sus identidades, subjetividades o ideas "queer", y solo por lo general en la forma y el nivel en el que lo desean, siendo por supuesto ciegues a una gran parte de sus privilegios y minimizando o negando el impacto negativo de muchas de sus acciones y su apropiación de experiencias que no les corresponden. Vamos, aquelles que hacen política desde lo alto, que por lo general excluye a les menos privilegiades. Aquelles que se dejan corromper por el sistema y sus propios privilegios, y que por lo general lo niegan.
Entre les del segundo grupo, también hay diferencias. Existen sin duda diferentes grados de marginación, isolación, acoso, discriminación, violencia. Existe una jerarquía entre los distintos elementos por los que se reciben esos palos. No es lo mismo no tener acceso a un trabajo que te guste que no tener acceso a una vivienda y tener que mear en la calle y oler desde lejos porque no puedes lavarte. Algunos elementos son más visibles que otros. Algunos elementos son más constantes que otros. Al mismo tiempo, existe también una clara diferencia entre les integrantes de este segundo grupo con conciencia de ser o hacer queer, y aquelles que ni siquiera saben que sus palos vienen también por ser o hacer queer.
Sin duda, todas las personas que de algún modo viven, se identifican, actúan, son, piensan o lo que sea de forma no normativa dentro del espectro queer tienen experiencias en las que han sufrido queerfobia, homofobia, a menudo también transfobia, bifobia, intersexfobia y todas las demás formas de discriminación, desde sexismo hasta clasismo. Pero lo cierto es que me estoy cansando de ver que las únicas personas con voz dentro de la comunidad queer en realidad son las más privilegiadas, y las que por lo general viven todas estas fobias e ismos en un grado ínfimo en comparación con aquelles que no son visibles y en cuyo nombre se habla.
Queers que cobran somos casi todes. Lo que nos diferencia es el tipo de cobro: palos o dinero.
ResponderEliminarA menudo aciertas de lleno con este tipo de reflexiones, y en este caso tu post me hace pensar en mis "carencias de capital social", por llamarlo así, aunque en mi caso sea desde un contexto donde lo queer, en la práctica cotidiana, apenas existe. En cierta forma leer textos como este me ayuda a aliviar la sensación de fracaso.
ResponderEliminarTe vengo siguiendo desde antes de que escindieras tus blogs, y creo que has ganado con el cambio, tanto en claridad temática como en contundencia.
Saludos!